Países al borde de un ataque de mecenazgos
Dádivas vemos, intereses no sabemos.
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa
Bien clarito dice el diccionario de la lengua que “Mecenas”
significa: “m. y f. Persona que patrocina
las letras o las artes. Por alusión a C. C. Mecenas, c. 69-8 a. C., consejero
del emperador romano Augusto y protector de las letras y de los literatos.” Y
de ahí que el término se use, por extensión, para aludir a todo aquel que por
su voluntad (y otros intereses) “invierte” dinero (y otros bienes) para apoyar
el desarrollo de producciones artísticas, culturales o de cualquier género. Hoy
ya se habla de “mecenazgos científicos”, “mecenazgos educativos”, e incluso,
“mecenazgos políticos” y algunos hablan de “democratizar el mecenazgo”. Suele
ofrecerse a los Mecenas retribuciones directas o indirectas a cambio de su
“voluntad” y aquellas suelen expresarse con reducción de tasas impositivas,
publicidad o premios. Verbigracia: “Carlos Slim y Carmen Thyssen, Premios
Iberoamericanos de Mecenazgo”
Algunos “políticos” y no pocos empresarios ideólogos, gustan
del regodeo demagógico iluminista que se adorna con defensas incandescentes a
favor del “derecho de los pueblos a la Cultura y la Comunicación” libres y de
calidad. No son pocos los tratados, las conferencias, los congresos y las
“iniciativas de ley” que, para garantizar las “oportunidades” del pueblo a la
Cultura y a la Comunicación desparraman datos, terminologías y sabidurías
efectistas y electorales. Pero las amenazas y los peligros en materia de
Cultura y Comunicación, pocas veces encabezan las agendas de los funcionarios y
casi nunca los titulares de los informativos. O dicho de otro modo “mucho ruido
y pocas nueces”.
Así el panorama, los gerentes puestos por las oligarquías
para gobernar, sacan de su “chistera” administrativa un disfraz idóneo para
esconder “el ajuste” presupuestal de moda que siempre ataca primero a la
educación, a la cultura y a la comunicación social (otra cosa, muy distinta, es
el dinero que se transfiere a la “comunicación” en manos de monopolios
privados). Ponen de moda el “mecenazgo” y rápido le fabrican “leyes” y
“políticas” ajustadas al tamaño de las necesidades demagógicas de ocasión. Así,
dicen, se apoya a la cultura, a las artes, al conocimiento todo. Así, dicen, se
defienden los derechos de todos al disfrute de la Cultura. Mientras tanto las
“políticas de mecenazgo prueban su incapacidad para garantizar cobertura
integral de necesidades que en materia de Cultura y Comunicación tienen los
pueblos y, por supuesto, son incapaces de contrarrestar los efectos
peligrosísimos de las aventuras ideológicas colonizadoras y neo colonizadoras
que, mientras reducen las habilidades culturales y comunicacionales de los
pueblos, multiplican su poderío trasnacional. Asimetría globalizada. 6 personas
son dueñas del 90 % de los medios de comunicación en el mundo.
En el mejor de los casos las políticas de mecenazgo son un
“paliativo” (muy cuestionable) hasta que se pruebe su eficacia como modelo
resolutivo de las necesidades sociales… pero parece que, mayormente, sólo es
modelo resolutivo de necesidades mercantiles privadas o individuales. En el
mejor de los casos la política del mecenazgo sólo es aceptable como una más en
un espectro muy amplio de políticas cuando quede absolutamente garantizado el
derecho de los pueblos a la cultura y a la comunicación y se hayan fortificado
las responsabilidades institucionales correspondientes. Bajo la rectoría de
estaos democráticos. Aun así, hay que asegurarse de que los gobiernos no la
usen para esquivar responsabilidades, anular derechos y malversar los fondos
que son obligatorios para la Cultura y la Comunicación.
Algunos promueven el mecenazgo como atractor eficiente de
inversiones. Pero no tenemos un informe confiable que describa las experiencias
(realmente ocurridas) que vivieron aquellos “beneficiarios” de las políticas de
mecenazgo. Así y todo, conociendo algunas vertientes de opinión, no son
infrecuentes las quejas de aquellos que, terminada su obra, han de ver sellos y
logotipos que nunca pensaron. Suelen ver la aparición casi mágica de nombres
que jamás hicieron algo y desde luego suelen ser usados para justificar torres
enormes de burocracia cargadas con burócratas cuyo costo sobrepasa por mucho
(mucho realmente) lo que hubiese implicado un presupuesto desparasitado.
También se escuchan dudas sobre los “derechos de autor”, sobre la independencia
de la obra respecto del “decorativismo” o de otras funciones ulteriores en las
que la voluntad del Mecenas deja sentir su influencia económica y política. El
colmo es ver obra apoyada por mecenazgos amortajada en bodegas de las que nunca
saldrán a cumplir el papel social que les da sentido consustancial.
No es aquí donde algún buscador “escrupuloso” encontrará
materia para acusaciones del tipo “quieren aniquilar la voluntad participativa
de quienes ayudan a los creadores” (o algo por el estilo). Y nada sería más
absurdo. Aquí se reivindica la contribución social, de todos los frentes, a la
libertad creadora y a la libertad de expresión como derechos y necesidades
sociales de primero orden. Aquí se reivindica la necesidad de la auditoría
critica y el derecho de los pueblos a entender cada mecanismo que hace posible
el flujo de inversiones en todo los ámbitos sociales desde su base económica
hasta sus pliegues ideológicos. Nada es ingenuo.
Aquí se reivindica y se reclama la re-ingeniería –toda- del
sistema económico; la superación de sus paradigmas y el advenimiento de un
sistema nuevo tanto en materia económica como en materia cultural y
comunicacional, donde estén garantizados los derechos con base en la asunción
colectiva de responsabilidades, especialmente para la Batalla de las Ideas y la
Revolución Cultural donde es imprescindible garantizar condiciones materiales y
condiciones intelectuales emancipadoras, creadoras, organizadoras y
transformadoras.. sin tutelajes de secta o de Mecenas. En todo caso que el
“mecenazgo” lo ejerza, por consenso, la comunidad que demanda producciones
indispensables para garantizarse el desarrollo dinámico de satisfactores
objetivos y subjetivos. Sin depender de la “voluntad” o de conveniencias de una
dádiva.
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