Doctrina
Diplomática de los Pueblos
El Capital no puede estar por encima de la
humanidad
Fernando Buen Abad Domínguez
“La unidad
de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable
decreto del destino”. Simón Bolívar
“Ser
internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad” Fidel
Castro Ruz.
Diagnosticar la realidad con crudeza y llamar a
las cosas por su nombre.
Pero no es suficiente con diagnosticar.
Vivimos atribulados por las amenazas del capitalismo,
sus crisis y su irracionalidad. Vivimos, en todo el planeta, secuestrados por
las amenazas de las armas, incluso las nucleares, que ponen en peligro todo: el
estado de ánimo, el equilibrio emocional, la salud pública y la supervivencia
de la especie humana. Estamos cercados, en todo el orbe, por bases militares
imperiales y por armas de guerra ideológica trasvertidas como “medios de
comunicación”. El capitalismo amenaza el patrimonio común de nuestras tierras y
mares; ambiciona toda la riqueza natural con que contamos, atenta contra los
ecosistemas y destruye las bases históricas y culturales que la humanidad ha
desarrollado a lo largo de su Historia y, especialmente, los valores en materia
de responsabilidad y solidaridad para la defensa de los derechos humanos y los
derechos sociales. Con los más sofisticados métodos de explotación del trabajo
y de esclavitud de conciencias, el capitalismo nos amenaza globalmente y
secuestra toda la riqueza técnica y científica para someternos al más perverso
proyecto explotador y alienante. Una cuantas familias poseen la riqueza que
nunca podrá tener, bajo las actuales condiciones, la especie humana. La
situación empeora y cada día es más claro que bajo el capitalismo no tenemos
futuro.
Si por definición el capitalismo es enemigo de la
unidad crítica de los pueblos, en plena lucha de clases, a nosotros nos toca
identificar cada pensamiento y cada acción que nos fortalezca en las tareas,
urgentes, de la integración, de la inclusión, de la unidad y de la solidaridad
internacionalista y revolucionaria. Entre esos pensamientos y acciones,
estratégicos, está la obra de Martí, San Martín, Morelos, Juárez, Simón Bolívar
y lo que ella nos ofrece para interpretarla y re-crearla al calor de los
acontecimientos y las necesidades históricas que la lucha de los pueblos
reclama a estas horas. Ese pensamiento brinda líneas filosófico-políticas
basadas en unir fuerzas y voluntades, basadas en respetar las diversidades, en
superar las diferencias, en cooperar por el “buen vivir” y la “máxima felicidad
posible” de todos y en solidarizarnos con firmeza para garantizar el desarrollo
libre, lo dicho, de todos. Planetariamente.
Nuestra región cuenta con más de 20 millones de
kilómetros cuadrados de extensión y más de 580 millones de habitantes, y salvo
muy contados e incipientes casos, los pueblos no logran sacudirse las
canalladas y degeneraciones con que el capitalismo obstaculiza su desarrollo.
Ese capitalismo, su coloniaje y sus jaurías neoliberales, nos impone con su
modelo de relaciones de producción, la mayor desigualdad en la distribución de
la riqueza, las peores amenazas de su crisis económica global y la
profundización de la extrema concentración de la riqueza en pocas manos frente
a la pobreza ingente de las mayorías.
El futuro de la humanidad, ya no hay duda posible,
depende de superar al capitalismo, definitivamente. Sólo en América Latina
tenemos 180 millones de latinoamericanos y caribeños pobres y, de ellos, 72
millones en extrema pobreza. La pobreza afecta a 81 millones de niños y 13
millones de ellos ni siquiera cuentan con alimentación adecuada… y todo eso
ocurre en un territorio capaz de producir muchos más nutrientes de los que se
necesita.
Además, América Latina y el Caribe mientras
padecen todas las calamidades del capitalismo, mientras han crecido en sus
ingresos por exportaciones, fundamentalmente de productos básicos… carga un
peso demencial en materia de “deuda externa”. Mientras se acumulan reservas se
entrega la riqueza a las industrias mineras trasnacionales; se aceptan las
tropelías de Monsanto; se deja reinar impunemente a las mafias mediáticas y los
banqueros, los terratenientes, las iglesias más reaccionarias y el empresariado
más depredador que hacen de las suyas contra la clase trabajadora. Simplemente…
ya basta.
“Zona de exclusión aérea”, “Armas de destrucción
masiva”, “Operación humanitaria”… ambigüedades usadas por el capitalismo para
generar impotencia colectiva, terror y rendición psicológica. Nadie se
equivoque, el capitalismo es responsable de la “inseguridad”, las invasiones,
el robo de la propiedad y del producto del trabajo. Te mato y luego te ayudo…
es la conducta del imperialismo que, tras asesinar civiles inocentes y
luchadores conscientes, promete enviar asistencia “humanitaria”, acarreada por
soldados corruptos y denigrantes….como en Haití, como el Afganistán, como en
Libia.
Ningún servicio de Relaciones Internacionales
democrático puede sostenerse sin el apoyo activo de los pueblos y menos aún una
“revolución de la diplomacia” que sea pertinente a la revolución socialista y
científica que recorre al mundo. Esta afirmación tiene una importancia decisiva
para la educación revolucionaria hacia una diplomacia revolucionaria. La
confianza en la diplomacia revolucionaria implica un programa nuevo para un nuevo
orden de los principios en el plano de la solidaridad y la integración
internacional. La idea básica del “servicio exterior” debe ser que los acuerdos
comerciales, diplomáticos y militares, acuerdos inevitables, en ningún caso
abandonen las premisas de la solidaridad, del desarrollo, de los derechos
humanos y los derechos sociales, de la inclusión y de la hermandad de los
pueblos. Eso, de suyo, implica frenar o debilitar la acción del capitalismo en
los modelos diplomáticos vigentes y apoyar de inmediato el desarrollo de la
revolución mundial que exige contactos directos y profundos desde las bases.
Bolívar, en eso, tenía razón.
El
Capitalismo es el capitalismo y no hay diplomacia capaz de hermosearlo.
Renunciar
al torneo de los eufemismos. La guerra es el comercio por otros medios.
La política
exterior es continuación de la política interior.
Todos los dados están cargados. No hay palabra,
gesto ni símbolo que no presente un frente de guerra semántica o no sea, en sí,
un ejercicio de belicismo psicológico. La inmensa mayoría de los protocolos
simbólicos de las relaciones internacionales camuflan sus intereses verdaderos.
Se requiere entrenamiento y experiencia crítica para detectar en las frases,
los giros idiomáticos, los gestos, los maquillajes, las corbatas, las sotanas o
las bendiciones… el plan de contenidos ideológicos que se despliega, agudizado,
en situaciones de guerra o conflicto. Está en juego muchísimo dinero.
La ideología de la clase dominante, que se
especialista en manipular ambigüedades, suele perfeccionar sus ofensivas cuando
más peligro corre de quedar en evidencia la grosería de sus dichos y sus
hechos. Sus trincheras favoritas son, por ejemplo, las “acciones humanitarias”,
la “verdadera democracia”, la “defensa de los bienes”, la “seguridad”, la
“paz”… en el colmo de su cinismo, la ideología de la clase dominante se ha
adueñado de signos referentes que tienen diverso tipo de influencia en las
sociedades y, así, han exhibido, sin pudor, episodios “clericales” en los que
se bendicen tanques de guerra, aviones bombarderos y batallones de criminales.
Algunos aviones caza llevan dibujada, en la punta, la dentadura de un tiburón…
ellos saben a qué juegan con eso. Nosotros también.
Hay que eludir, a toda costa, las ilusiones y la
palabrería “pacifista” burguesa de toda clase, es necesario garantizar
objetivamente la seguridad colectiva, al arbitraje, al desarme, etc., y
denunciar todo el aparataje mediático que tiende a adormecer y engañar a los
pueblos y sorprenderlos. Todos los logros revolucionarios de los pueblos hacen
que el enemigo de clase se prepare para atacar con más virulencia. Los capitalistas internacionales son los primeros
en organizar, a escala mundial, la peor explotación sistemática de los pueblos
y tratan, en primer lugar, de reprimir todo movimiento revolucionario. Incluso
con sus “cuerpos diplomáticos acreditados” Eso nos obliga a estar alertas y
evitar que progresen las guerras mercancía alentadas en el seno de diversos
Estados.
La crisis económica mundial reviste hoy una gravedad
extrema, hunde en la postración a la clase trabajadora del planeta entero.
Reina el hambre, la guerra y a las enfermedades. Hay peligro de agresiones
combinadas y reina la barbarie. Esta nueva fase de la historia demuestra todo
lo depende la humanidad, para su supervivencia, de la revolución socialista, de
su desarrollo internacional. Ese desarrollo no puede resolverse dentro de
límites nacionales y los avances o los retrocesos organizativos sólo son
evidencia de condiciones más o menos favorables para una expresión
revolucionaria internacional. La nueva diplomacia de los pueblos no puede ser
comprendida como una herramienta revolucionaria limitada a simples conflictos
territoriales sino de la lucha antagónica y mundial de dos sistemas
irreconciliables. El capitalismo y el socialismo.
La verdadera diplomacia de los pueblos consiste en
debilitar los argumentos explotadores y depredadores del capitalismo y
consolidar los de los pueblos que luchan por emanciparse, en el mundo entero.
Combatir toda relación desventajosa de las fuerzas y obligarnos a avanzar,
unidos, para modificar favorablemente las fuerzas mundiales. Está claro que la
soberanía de los pueblos bien puede incluir en sus mandatos, éticos y
estratégicos, la premisa de la unidad y la justicia que derroten toda forma de
peligro por obra el aislamiento. Que la soberanía, el desarrollo y la
igualad de poco sirven si se agotan en
un solo territorio y que la gran fuerza revolucionaria de los pueblos depende
profundamente de lograr prosperidad, con justicia, para todos los ciudadanos
del mundo. En el pensamiento de Martí, San Martín, Morelos, Juárez, Bolívar… en
lo que de más avanzado tienen, contamos con un ideario ricamente homogéneo para
ayudarnos a coincidir en las posiciones políticas necesarias en la ruta de
alcanzar la unidad de los pueblos, lo más pronto y concretamente posible. Ya no
estamos para diplomacia de declaraciones decorativas y acciones omisas. Por
nuestro bien, por la seguridad del planeta y de sus regiones, por la
supervivencia de la naturaleza y de la humanidad, debemos trabajar en un
programa internacionalista fundado en la amistad, el respeto y cooperación. La
disyuntiva de nuestro tiempo es Socialismo o barbarie.
Es hora de oponernos internacionalmente, con la
fuerza de la unidad de los pueblos, con firmeza y con un programa de
integración a todo intento de desestabilización del orden constitucional y
democrático en nuestros países. Oponernos y combatir a las fuerzas que reciben
el apoyo de Estados Unidos y de gobiernos europeos; oponernos y combatirlos.
Luchar contra la complicidad con
organizaciones privadas poderosas comerciantes de la información y la
publicidad. Todos ellos grupos mafiosos y golpistas inspirados por los
intereses más mezquinos y oligárquicos que con apoyo de capitales transnacional
pisotean los derechos legítimos de los pueblos.
Es un error grave desconocer que América Latina y
el Caribe han cambiado gracias a las luchas que, desde abajo, libran nuestros
pueblos. Hoy no se nos puede seguir tratando como siempre. Hemos librad luchas
anti-coloniales y anti-capitalistas y nuestros pueblos están decididlos a
profundizar sus procesos revolucionarios independentistas y soberanos en un
mundo complejo y convulso dominado por el capitalismo, y donde los pueblos
revolucionarios se rebelan contra las injusticias imperialistas, el saqueo, la concentración de la riqueza, la
corrupción, el abuso del poder y la humillación de las personas.
La palabrería de “desarme” o de “pacifismo”
burgués sólo sirve para llenar con ficciones los titulares de la prensa más
traidora. No hacen de la guerra un negociado porque tengan armas, sino, al
contrario, impulsan las guerras para fabricar armas y desahogar las bodegas
atragantadas por su crisis de sobre-producción bélica. Todas las convenciones
de desarme o de limitación de los armamentos son saliva idílica para ocultar
los laboratorios y las industrias capitalistas que multiplican aceleradamente
su capacidad de producción de metralla. Ellos saben que en sus planes, a los
únicos que quieren desarmar es a los pueblos y su potencial revolucionario.
Ya no hay
diferencias de situación geográfica que valgan porque el poder económico
colonial es ubicuo e imperialista. Pueden desplazarse a velocidad sin importar
las distancias y tienen bases miliares estratégicas capacitadas para destruir
lo que se les antoje en tiempos mínimos. En toda su historia las negociaciones
y las conversaciones sobre el “desarme” sólo han provocado risa y decepción. A
la nueva diplomacia de los pueblos le tocará iniciar una política
revolucionaria y socialista del proletariado sobre un programa del desarme real
que no sea saliva a raudales derramada en el vació sino verdadero y definitivo
silencio de armas burguesas para la paz que la humanidad quiera y sostenga
permanentemente. Esta es prioridad de prioridades.
Un caso de
estudio obligatorio.
La ONU:
impunidad y fracasos seriales.
Ninguna
burocracia por encima de la humanidad.
Cuando la
práctica traiciona a los principios
“Las
Naciones Unidas, organización surgida de una guerra que costó 50 millones de
vidas, entre ellas las de cientos de miles de jóvenes norteamericanos, tiene
que importarle mucho a todos los pueblos y gobiernos del mundo. Padece grandes
defectos, es anacrónica en muchos aspectos; su Asamblea General, donde están
presentes todos los estados del mundo es una simple asamblea deliberativa sin
ningún poder, donde solo se emiten opiniones; el Consejo de Seguridad, un
supuesto órgano ejecutivo, donde sólo cuenta el voto de cinco estados
privilegiados, uno solo de los cuales puede echar por tierra la voluntad del
resto de las naciones del mundo, y uno de ellos, el más poderoso, lo ha usado a
su antojo infinidad de veces. Pero aun así, no se dispone de otra cosa.”
Fidel Castro
http://old.cubahora.cu/index.php?tpl=dossiers/discursos/share-tpls/ver-not.tpl.html&newsid_obj_id=1014385
Uno tras otro, los fracasos de la ONU son el
argumento -más que irrefutable- para conducir al “Organismo Internacional” al
“banquillo de los acusados” y a su extinción si insiste en su patología actual.
Ya sabemos que sus fracasos seriales nada tienen de inocentes. Sin atenuantes.
No hay palabrería “diplomática” que alcance para esconder las barbaridades
perpetradas. ¿Quién es responsable de los errores estruendosos y macabros de la
ONU? ¿Todos los países asumen, por igual, su corresponsabilidad? La ONU
transparenta al imperialismo.
La Organización de las Naciones Unidas es, en la
práctica, una aberración degenerada, enemiga de sus propios principios, servil
al imperialismo y dedicada a justificar ocupaciones, ataques, violaciones de
todo tipo para asegurar, a los poderosos, ganancias por el saqueo de materias
primas, control sobre mercados o zonas estratégicas, explotación y esclavitud
de la mano de obra e impunidad descarada para enajenar conciencias. Ni olvido
ni perdón para las tropelías imperialistas a las que la ONU ha servido en su
historia. Ni perdón ni olvido a las injusticias cometidas contra Cuba,
Yugoslavia, Venezuela, Haití, Afganistán, Iraq, Libia…la ONU toda y su “Consejo
de Seguridad” deben someterse de inmediato a una auditoria político-económica
radical. Y a todas las sanciones que les quepa a los responsables directos.
De cabo a rabo, desde los “cascos azules” hasta
las “misiones especiales”, desde sus “misiones de paz”, hasta la UNESCO y todos
los salarios de todos sus funcionarios y todos sus “Objetivos del Milenio”… auditoría
integral a sus “redes”, sus “ayudas humanitarias”… basta de falacias, basta de
errores, basta de impunidad.
Se hace todo lo contrario a las premisas, siempre
perfectibles, que dieron origen a la ONU después de la II Guerra Mundial. Hoy,
para dar cobertura “legal” a las pachangas arrogantes de imperialismo, la ONU
cuenta con operadores amaestrados en el arte de la verborragia “elegante” y
dispuesta, voluntariosamente, a esconder, bajo el tapete de su saliva leguleya,
todos los muertos que genera el capitalismo. No pocos vienen de los brazos de
terratenientes, banqueros y empresarios de todo el espectro delincuencial
capitalista. Hay que abrir sus anales curriculares y libros contables.
Mientras tanto, los negocios de los imperios dejan
en el planeta extrema pobreza y hambre, miseria en la educación, falacias en la
“igualdad de género”, indolencia ante la mortalidad infantil, la mortalidad por
falta de atención médica elemental, cinismo mercantil en la lucha contra el
sida, hipocresía ostentosa frente a la destrucción de los ecosistemas e
injusticias sin límite en las “alianzas globales para el desarrollo”. Tiene
razón el presidente de Venezuela, la presidente de Argentina, el presidente de
Ecuador y el presidente de Bolivia… entre los pocos líderes lúcidos que afirman
(palabras más, palabras menos) que la ONU es un organismo antidemocrático y que
sirve sólo a los poderes burgueses. ONU es una mascarada para camuflar la
pachanga militarista imperial, de los 191 países miembros USA tiene bases
militares en 129. Y sumando.
La ONU es un fraude mundial que, al contrario de
ser defensora del “Derecho Internacional”, es violadora de los preceptos más
sagrados en materia de justicia social, derechos humanos y sociales, respeto
por la vida, libertad digna y el desarrollo planificado por los trabajadores
del mundo con base en su riqueza natural y su fuerza productiva. La asimetría
entre países imperiales y los países sometidos por el capitalismo se esconde permanentemente
en la ONU. El fraude que constituye la ONU es, en realidad, expresión del
fraude todo montado por el capitalismo y sus tensiones internas en la guerra
por los mercados. Sólo para eso sirve su “Consejo de Seguridad” infestado por
el tráfico de intereses y la más descarada política de usurpación, robo y
asesinato. No hay atenuantes, millones de víctimas en todo el mundo pesan como
una losa histórica sobre la barbarie legalizada en las entrañas ideológicas de
la ONU. Ya sabemos cómo usa la ONU el término “terrorista” para tranquilidad
del imperialismo.
Pocas tareas son más serviles y humillantes como
la se ser Secretario de la ONU en sus condiciones actuales. Se hacen llamar
“excelencias” y son sirvientes del formalismo diplomático burgués, incapaces de
inspirar respeto o exigir dignidad. Colaboran gerencialmente en la tarea de ser
pisoteados, de ser ciegos y sordos ante la realidad mundial, y muy solícitos
ante las órdenes de sus amos. Perros falderos, tal cual. Aplíquese también a la
OEA y similares.
Dominada mafiosamente por el capitalismo, la ONU
es una entidad fraudulenta, dispendiosa y peligrosa incapaz de servir a la
humanidad en su emancipación permanente. Es una pasarela mayormente ofrendada a
la falacia y a los imperios. Muchos queremos otra cosa cuando hablamos de la
unidad internacionalista hacia la desaparición de los “estados nacionales”, de
las desigualdades de clase y de todas las fronteras. El final definitivo del
hambre, de las guerras, de la opresión y de la alienación sólo se producirá con
el fin del capitalismo y de todos sus tentáculos superestructurales y bélicos.
La ONU hoy es una amenaza para los pueblos. Sus operaciones son dechados de
inutilidad que cuestan mucho dinero. Son obscenos los resultados de sus
“recomendaciones”, de sus “peticiones”, de sus “sugerencias”, de sus
"resoluciones", de sus “organismos multilaterales” y de sus
“convenciones”… Alerta máxima, la aventura macabra contra Irak y la aventura
macabra contra Libia son, entre miles, un aviso más. Más que un aviso… son una
amenaza. ¿Quién sigue? Basta de abrigar ilusiones con la ONU. Nadie puede
argüir inocencia.
La salvación de la humanidad ante las amenazas de
las fuerza guerras próximas, no puede
confiarse a la ONU ni a los pactos de “garantía” que incuban sus amenazas
contra los pueblos, ni en los referéndums de paz burguesa, sino, única y
exclusivamente, en el temor saludable que, no sin razón, las potencias tienen a
la revolución socialista y mundial. La ONU defiende al capitalismo no a la
“paz”. Defiende la de la violencia imperialista contra la inmensa mayoría de la
humanidad. Su “paz” es una seguidilla de guerras incesantes, su fidelidad es
imperialismo y todos saben cuál será su política hipócrita de mañana, la
combinación de fuerzas invasoras y el camuflaje más cínico para la preparación
de la próxima guerra. La experiencia ha demostrado que la ONU no ha conjurado
las amenazas de guerra contra las masas trabajadoras en general. Las derrotas
de los pueblos son las que han permitido a la burocracia diplomática burguesa
usurpar el poder en su propio país y obtener, más o menos, la aceptación de la
"opinión pública" de los países capitalistas. La diplomacia burguesa,
mercantilista desde el alma, cuyas variaciones y cambios mediáticos no están
desprovistos de fulgores de perspicacia, vive de elogios a la burguesía
mundial. Las posiciones de los pacifistas asalariados e hipócritas se
consolidan; con ese camuflaje trabajan abiertamente, los sostiene la mafia
mediática fabricante opinión pública miserable y disponen de medios tales como
la Organización de las Naciones Unidas, con pistas múltiples, para el
espectáculo de payasos “diplomáticos”. Sus discursos son disparates
aparentemente interesados en mantener su “paz” siempre que sea financiada con
guerras impuestas a los pueblos sometidos.
Una diplomacia nueva, emanada de los pueblos no
puede ser víctima de los engaños del pacifismo burgués. Los discursos oligarcas
para el “desarme internacional” y la implantación de “tribunales de arbitraje”
como el consejo de seguridad de la ONU, o los desplantes espasmódicos de la
CIDH… no son más que trampas de la hipocresía burguesa y del utopismo
reaccionario para engañar a los pueblos y desarmarlos mientras la burguesía se
rearma y reorganiza incesantemente. Es precisa una diplomacia de los pueblos
implacable sobre la actual política internacionalista del capitalismo y de
todos sus aliados “pacifistas”, agazapados en todo el planeta.
Al capitalismo le conviene ese circo que es, en
las condiciones actuales, la ONU. Lejos de la unidad solidaria y fraterna de
los pueblos donde la paz burguesa es un camuflaje que no hace más que maquillar
la forma diplomática de los antagonismos, sin tocar el fondo, y sin alterar la
naturaleza misma del control y el chantaje sobre los pueblos. Las potencias ahí
se juran fidelidad inquebrantable aunque no estén de acuerdo entre sí. Es una
alianza de fachada para defender sus intereses mientras cada potencia está
dispuesta a recurrir a la guerra, a una guerra que, en sus discursos
mercantiles, sería religiosamente la “más justa de las guerras”. Los Estados
subordinados que buscan refugio y ayuda en la ONU no tendrán opción de ponerse del lado del
pacifismo burgués sino del lado de las víctimas de siempre que es el lado más
terrible en el negocio de las guerras. Contra las armas de Guerra Ideológica
que la burguesía despliega, los pueblos en lucha, así como todas las luchas
emancipadoras, deben darse una estrategia comunicacional de base que le cuente
el mundo los crímenes del capitalismo, como los de la ONU-OTAN, y del “Premio
Nobel” de la paz.
Parte de la ofensiva oligárquica consiste en
mostrar, de manera velada y de manera descarada, sus planes y tácticas. Así
operarán en todo el mundo para quedarse con las riquezas naturales y con la
mano de obra. Televisa, CNN, Prisa y su red de complicidades en toda
Latinoamérica, reivindican el “ejemplo humanitario” de Obama y su Odisea
Asesina. Despliegan impúdicamente todos sus “signos” de patología
comunicacional, severa, en el relato autoritario que ellos llaman “periodístico”,
como en CNN que atraviesa un éxtasis de necrofilia convulsiva. Repite y repite
imágenes de odio y decadencia. Los lectores de boletines, que se hacen llamar
periodistas, repiten un canto imperialista que recorre el continente con tufo
criminal. El relato de los lectores de boletines, ampuloso y falaz, parece
orgasmo necrófilo. Hacen llamar “periodismo” a su servilismo. Ellos leen
boletines necrófilos con placer y disfrutan los bombardeos. Se les nota.
Más que nunca la humanidad requiere dirección
revolucionaria, unidad y acción objetiva y subjetiva, contra el imperialismo y
el capitalismo. Nadie se sorprendería si el “premio Nobel” de la paz cocina en
su cabeza una invasión tipo ONU contra Cuba y Venezuela. Hoy más que nunca la
unidad y la fuerza del ALBA y UNASUR ilumina las esperanzas de soberanía para
las luchas emancipadoras latinoamericanas.
Las tareas
de la diplomacia de los pueblos en el “cambio de época”
“Los Estados
Unidos parecen ser destinados por la providencia a plagar de hambre y miseria a
toda la América en nombre de la libertad” Simón Bolívar
Es necesaria una nueva doctrina y praxis
diplomática de los pueblos que, basada en las mejores ideas de Martí, San
Martín, Morelos, Juárez, Simón Bolívar… pongan freno a la violación del Derecho
Internacional y a la dominación mediante el uso de la fuerza contra las
naciones soberanas al estilo de la OTAN convertida en criminal internacional
que ahora amenaza con expandirse más allá de su tiempo y de sus límites para
convertirse en “modelo” macabro que, por ejemplo, ha bombardeado durante meses
a ciudades indefensas, masacrando a civiles y destruido la infraestructura que
le cuesta a los pueblos y empujando a las personas al abismo de la condición de
“desplazados” y “refugiados” de sus propios territorios. Mientras las potencias
miran el “espectáculo” de las injusticias con frialdad, cálculo oportunista y
hambre de buitres.
1.
Preservar el espíritu combativo, organizando incluso una red de estudios
permanente capaz de alentar la nueva doctrina diplomática como praxis de la nueva
V Internacional de los pueblos.
2.
Combatir toda mirada chauvinista del nacionalismo burgués y toda
mentalidad de latifundismo provinciano y oportunista de los oligarcas y de sus
cuerpos diplomáticos.
3.
Desarrollar un profundo conocimiento de los rasgos generales de la lucha
de clases a nivel internacional, del problema las naciones oprimidas y de las
consecuencias del dominio imperialista en lo objetivo y en lo subjetivo.
4.
Condenar, de forma científica, la “política exterior” que sea
indiferente a los pueblos y apoyar irrenunciablemente a la clase obrera en
todos los países para su imbricación internacionalista. En especial desarrollar
tesis nuevas sobre este tema, producir tradiciones y servir al trabajo de
estrechar relaciones entre organizaciones revolucionarias de todo el mundo.
Desarrollar un nuevo internacionalismo a
partir de la agenda mundial de la lucha de clases, propiciar viajes políticos
para auspiciar consejos e intercambiar experiencias con las otras
organizaciones de trabajadores en todo el mundo.
5.
Apoyar en todo el mundo cualquier lucha honesta y de integridad política
en la lucha independentista, anti-capitalista y anti-imperialista.
6.
Participar de toda iniciativa dispuesta a blindar los recursos
naturales, la democracia y la paz de los pueblos en todo el planeta contra las
avanzadas del saqueo imperialista y de la explotación de los trabajadores.
Especializarse en temas como el petróleo, la minería, la defensa de los
recursos hidráulicos, las tierras fértiles…. apoyándose en grupos de
intelectuales revolucionarios y en “la defensa de la ley internacional” de la
soberanía y la independencia anti-capitalista.
7.
Enriquecer nuestra filosofía diplomática de los pueblos que es joven e
incipiente pero es fuerte por su base doctrinaria y socialista, gracias al
temple extraordinario de sus referentes y la mayoría de sus cuadros dirigentes.
8.
Garantizar el espíritu del internacionalismo revolucionario, darle gran
valor a los vínculos internacionales de la vanguardia proletaria para
fortalecer una generación poderosa de jóvenes en gestión de diplomacia popular,
un equipo revolucionario internacional, contra todo del nacionalismo burgués y
contra la persecución racial, el desplazamiento de los pueblos, las hambrunas y
la miseria con que el capitalismo sella la realidad económica, ideológica y
política de nuestro planeta.
9.
Avancemos con programas dialécticos, también, en el campo organizativo
de las relaciones internacionales a favor de la economía planificada y el buen
vivir contra la propiedad privada. La nueva diplomacia de los pueblos debe
imbricarse en la lucha contra las grandes calamidades y los grandes temas emancipadores
de la humanidad y disponerse a dejar su huella sobre los más disímiles aspectos
de la vida del ser humano, habiten donde habite, para lograr su desarrollo y
superación.
10.
Diplomacia de los pueblos como expresión de la escala superior del ser
humano en su dimensión internacionalista contra los crímenes de exterminio a
los pueblos originarios, contra la destrucción de sus civilizaciones y
culturas, contra la esclavitud y el desarraigo de millones de seres humanos.
Contra las guerras y el empleo del armas atómicas, contra la militarización de
la globalización neoliberal, contra el derramamiento vergonzoso y degradante de
sangre y contra el saqueo y muerte a cambio de petróleo y dinero. Fin al mundo
unipolar. Fin al “choque de civilizaciones”, fin a las “guerras preventivas”
fin al chantaje con pretexto “terrorismo”, fin a futuro humillante, sombrío y
triste. Basta del despotismo y la prepotencia imperial.
Hay demasiadas incógnitas en la ecuación
sangrienta que el capitalismo impone con sus guerras negocio. Para el
Capitalismo la naturaleza y los seres humanos no son más que materia prima de
la guerra. En tiempos de “paz” burguesa las fuerzas económicas están en la mira
principalmente de la diplomacia del capitalismo y el monopolio del comercio exterior.
En perspectiva de guerra somos botín dilecto en los campos de batalla. Ese es
el peligro. Los pueblos están amenazados por la guerra que es la forma más
violenta del comercio, por eso es febril la actividad de las misiones
diplomáticas que en tiempo de “paz” burguesa necesitan de una burocracia
demagógica y del monopolio del comercio exterior, es decir, para cubrir sus
debilidades. Eso somete a los cuerpos diplomáticos a episodios humillantes
permanentemente.
Es preciso entender que el imperialismo está
desgarrándose por sus propias contradicciones. Los acuerdos diplomáticos y
militares de la inmensa mayoría de los pueblos reposan, casi sin alternativas,
sobre estas contradicciones. Los acuerdos diplomáticos no son más que
palabrería que durará para secuestra las riquezas y que se estirará hasta que
aparezca la guerra. Esa palabrería es la primera fase de las operaciones
militares de inspiración comercial y es indudable que la agrupación de las
fuerzas diplomáticas, ya en la fase decisiva, estarán determinadas por factores
y presiones mucho más poderosos que las muy elegantes promesas de diplomáticos especializados,
precisamente, en la mentira. La diplomacia de los pueblos está en las antípodas
de esa tradición mercenaria del servicio exterior burgués.
Para la diplomacia de los pueblos, dicho de otro
modo, los pueblos del mundo con sus largas luchas emancipadoras, requieren con
urgencia de un programa internacionalista de unidad fraterna de principios y de
acciones objetivas. Jamás una actitud indiferente podrá resolver de las
contradicciones inmensas de la lucha contra el capitalismo. Los acontecimientos
de los años recientes no han hecho más que esclarecer esa realidad.
No podemos cerrar los ojos ante la enorme
superioridad material y bélica del mundo capitalista, no podemos ignorar su
sistematizada estructura diplomática entrenada para las mentiras, y engañarnos
con las acuerdos, convenciones o decretos de “paz” y “armonía”… pero tampoco
haremos mitos que exageren el poder del sistema capitalista y su pretendido
poder monolítico e intocable ante los en los países más “débiles” en materia de
armas.
Las máquinas de Guerra Ideológica, camuflados de
“medios de comunicación” a nivel mundial
presentan hoy peligros inéditos. Ese peligro se clasifica como riesgo de seguridad
nacional y regional con el mismo grado de efecto violento que el de las bombas
arrojadas y el yugo combinado de la explotación agraria e industrial del
capitalismo ultramoderno. Es una amenaza contra la humanidad y las tareas de la
diplomacia de los pueblos deben ayudar a extinguir al imperio.
Ese peligro contra la humanidad nos recuerda que,
si la revolución no impide la guerra, la guerra podrá ayudar a la revolución.
Una vez comenzadas, las revoluciones no se detendrán. El destino de la
revolución que salvará a la humanidad no se decidirá en los mapas de los
estados mayores, sino en la lucha de clases. Los pueblos se levantarán contra
la burguesía y será necesario un tejido de relaciones internacionales que,
organizado con antelación, será el único que podrá impedir que los pueblos sean
derrotados o apuñalados por la espalda.
No podemos pedir a las fuerzas diplomáticas de los
pueblos que se expongan a aventuras internacionales tratando de forzar el curso
de los acontecimientos mundiales. Los intentos fallidos sólo han beneficiado a
la reacción. Nosotros requerimos otro tipo de orientación general de la
política exterior basada en la tradición de la integración y la solidaridad con
los derechos humanos y sociales abanderados desde las bases. Nuestra diplomacia
entre pueblos hermanos no tiene mayor interés en defender las fronteras
actuales a la manera convencional burguesa con sus aduanas mercantiles, sus
pasaportes discriminadores y sus sistemas monetarios emblema de injusticias
que, a granel, se acompaña con ejércitos monstruosos al servicio del chovinismo
y el nacionalismo que se han arranciado como el mayor obstáculo para el
desarrollo económico de la humanidad. La misión de la diplomacia de los pueblos
no es eternizar las fronteras burguesas, sino suprimirlas revolucionariamente.
Los nacionalismos histéricos son un peligro para la humanidad.
El nacionalismo diplomático y pequeño burgués es
una trampa utilizada por la ideología contrarrevolucionaria para atacar toda idea de integración y solidaridad entre
los pueblos. Es la hipocresía de los paladines del neoliberalismo “globalizado”
que aprieta los dientes en sus terruños ideológicos y concretos. Al mismo
tiempo intensifican el ataque de sus “medios de comunicación” que difunden las
ideas de nacionalismo y de las organizaciones criminales de los nacionalistas
burgueses y del aparato propagandístico contra el internacionalismo del
proletariado. Entre las fuerzas diplomáticas burguesas circula el nacionalismo
pequeño burgués desde las mentes que auspician de la confrontación.
Esta idea de una Nueva diplomacia es parte de la
Revolución Humanista y el desarrollo del Socialismo Científico que la humanidad
construye para su salvación ante las amenazas, cada vez más monstruosas del
capitalismo imperial. La política exterior ya no se subordinará a variables
mercantiles, internas y externas, y sin descuidarlas en su marco de equidad y
dignidad, deberá poner por encima de todo el interés de la humanidad. Hoy la
soberanía anti-imperialista que es clave la toma de decisiones y las tareas de
género internacional está por encima de
todo interés comercial el interés emancipador abarca factores históricos,
geográficos, económicos, ideológicos, políticos, éticos, o filosóficos. La
naturaleza social e ideológica de la nueva doctrina diplomática de los pueblos
se enraíza en las luchas contra todo régimen autocrático, clasista que somete
el interés de los pueblos a los caprichos imperiales, tarde o temprano. Sólo
una verdadera doctrina de base científica y socialista permite imaginar y
luchar programáticamente por un verdadero mundo democrático popular o
socialista con las condiciones para la consagración de esos intereses, su
defensa y profundización permanente en el ámbito internacional.
Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos ha
de ser una herramienta más para mantener la independencia, la soberanía, la
autodeterminación y la seguridad con capacidad de darse políticas populares,
democráticas y participativas basadas en sus tradiciones, inspiradas en un
sistema económico-social para el desarrollo y la justicia, que, permita
proteger la cultura y los valores socio-políticos en el escenario mundial y la
realidad histórica con el surgimiento, la evolución y actualidad de un
totalmente nuevo derecho internacional basado en la solidaridad internacional.
Para Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos
el objetivo central es la obligación de tomar todas las decisiones y acciones
pertinentes para derrotar los interese imperialistas. Luchar por terminar con
el capitalismo e inclinar a favor de los pueblos la correlación de fuerzas, la
capacidad de resistencia y lucha contra el imperio. Mantener todas las
cualidades contestatarias ante todas las agresiones. Luchar por una Revolución
Socialista genuina y de profundo contenido democrático y participativo, bajo la
dirección de la vanguardia participativa de los pueblos conscientes,
consecuentes y responsables sin discriminación y con una conducta coherente con
el discurso político. Luchar por un sentido humanista profundo que proclame la
urgencia de la abolición de la esclavitud y la necesidad de forjar un mundo sin
fronteras pero con bases amistosas y pacíficas entre los seres humanos.
Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos debe
redimensionar el internacionalismo como forma de conciencia, de la naturaleza
del régimen político necesario en el plazo corto, mediano y largo con un rol protagónico y de triunfo
revolucionario en el que la premisa estratégica de la política exterior sea la
lucha frontal y permanente contra el imperialismo, donde el deber sea ejercer
el internacionalismo proletario, revolucionario. Luchar por la victoria
histórica del socialismo sobre el capitalismo.
En Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos
la tarea por excelencia es poner todo al servicio de la humanidad, es la propia
Revolución Socialista. Enriquecer el carácter global de la Revolución,
preservar el programa de transición con la independencia y la soberanía de las
fuerzas revolucionarias y consolidar las conquistas del socialismo. En una Nueva
Doctrina Diplomática de los Pueblos la cooperación entre los pueblos está lejos
de los cálculos mercantilistas y los intereses lucrativos donde unos cuantos
explotan a las mayorías. Es premisa la hermandad y la solidaridad efectivas.
Una Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos el
socialismo es patria y coyuntura crítica para la Revolución Permanente donde se
desarrolla el principio del internacionalismo proletario y las tareas de la
revolución socialista en relación con la revolución mundial. No es
exclusivamente el deber de la lucha victoriosa del proletariado sino el deber
del proletariado internacional en su conjunto contra la desigualdad en el
desarrollo económico y político capitalista.
Ese internacionalismo establece que los intereses
del socialismo están por encima de los intereses del derecho de las naciones a
la autodeterminación, que los intereses de la revolución están por encima, que
los intereses del país del socialismo están por encima, que el proletariado debe
luchar por fortalecer y ampliar esa patria socialista. Que nuestro deber
internacionalista es lograr ser libres para proseguir y consolidar la
revolución socialista expropiar a los capitalistas y organizar la producción
socialista, rehuir a las guerras burguesas. Esa lucha en todas sus expresiones,
es crucial, exige instrumentos revolucionarios de combate, es decir un programa
que hoy es incipiente en las escalas nacional e internacional. Hay que construir
es programa con base en la Nueva Doctrina Diplomática de los Pueblos teniendo
en cuenta toda la experiencia del pasado, para luchar por la nueva
internacional.
Al mismo tiempo, atender todas las luchas
nacionales contra el reformismo y el burocratismo que son las fuentes de mayor
daño en nuestro tiempo a la dinámica diplomática revolucionaria. La lucha
revolucionaria no se interrumpe. Hoy las políticas revolucionarias deben
redimensionar las tareas internacionales y eso no se logrará sin la unidad de
las fuerzas internacionales. No se puede postergar ni un día esta tarea sin
correr peligros ante las agresiones del capitalismo.
En nuestro tiempo sólo con una Nueva Doctrina
Diplomática de los Pueblos, apoyada en una geopolítica de principios
internacionales que forme parte de un programa anti-capitalista y anti-imperialista,
podrá echar raíces en ascenso de la conciencia para un servicio diplomático de
nueva generación. ¡Ahora la lucha contra el capitalismo y todas sus formas de
guerra significa, también, luchar por un
nuevo orden Socialista indisolublemente Internacionalista!
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